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La niña de pelo color sol

  • Writer: afrodescendenciaup
    afrodescendenciaup
  • Oct 9
  • 2 min read

Arte por Coralis Cruz González
Arte por Coralis Cruz González

“Cuidado con aquellos que dicen que Dios dijo cuando Dios no dijo nada” se escucha en la radio. “Esas son las hermanas Meléndez”, nos decía mi madre orgullosa cuando venía el corito de la canción. Las Meléndez eran tres hermanas pentecostales de Humacao, el pueblo de mi madre. Aunque de adulta emigró a la ciudad y dejó su campo para convertirse en madre y esposa evangélica.


Desde muy pequeña fui una escogida de Dios. Antes de los 10 años tuve mi primera prédica en un culto de niños. Era día en semana por la noche, los viejos con caras cansadas esperanzados por una niñez que no se perdería cuando les llegara el libre albedrío. Ya yo sabía mi propósito en esta tierra. Pocas personas tienen la dicha de saber su propósito desde antes de los 10 años. Era casi una profecía. Lo había comprobado con mi difunto padre. Una noche lo vi en el balcón de mi casa y le pregunté emocionada “¿Has visto la mirada de Jesús en los ojos de algún niño?” “Sí, en la tuya”, contestó con ternura mi padre; mirándome fijo con sus ojos de azabache. Esa pregunta icónica la saqué de un anuncio de esos donde presentan a niños muy pobres que serán rescatados con las donaciones de los pobres con televisores.


Llegó el domingo, y como niña escogida por Dios tenía que cumplir con mis deberes. Subía las escaleras para entrar a las clases bíblicas. Ese día por primera vez quedé cautivada por otra niña. ¿Es esta una profecía? La niña parecía ser otra escogida de Dios, pero, esta vez, no tenía ni que predicar en un culto de niños para demostrarlo. Bastaba con su pelo color sol, rayos lacios color dorado, el pelo más largo que jamás haya visto antes de los 10 años. La magnitud del evento me dejó muy confusa. Pelos como el mío no causan tal impresión. Tenía una diadema de flores, parecida a las figuras de angelitos occidentales. Más blanca que un pote de leche, destinada a la grandeza de los capitales.


“¿Cómo es posible que yo sea una escogida de Dios y carezca de tal virtud?” La pureza.


La fe mueve montañas, una de las lecciones más fáciles de aprender. Al acostarme hice mi sincera oración. Le pedí al Dios de lo Alto, amanecer como la niña de pelo color sol. Una profecía estaba por cumplirse.

 
 
 

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