Todos tenemos un familiar en el Canal de la Mona

Por Ámbar Sánchez Báez

Arte por Laren M. Calderón Franco

“Migrar es natural”, así es cómo decimos la comunidad desde una lente optimista. La realidad es que decimos eso para igual no lamentar el desplazamiento extremo y forzoso que rige la hegemonía. Bajo la premisa sistémica, la migración no es natural; es una experiencia aterradora que sufrimos los pueblos del Sur global para sobrevivir. Nuestras familias no querían irse por placer; nosotres no queremos irnos para “encontrar mejores oportunidades”. Las futuras generaciones se van a querer ir por el reflejo incesante del pasado. Si eso es lo único que conocemos pues ¿en dónde habrá país? ¿Dónde quedará el espejismo de nuestras culturas que tanto hemos deseado mantener vivas? 

Yo nunca me quiero ir de aquí, pero me tocará por mis estudios: eso es parte del proyecto que quiere borrar las artes y humanidades de nuestras tierras. Seguiré el camino de mis ancestros que fueron saqueados de sus tierras, pero volveré a pisar mi Borinquen y mi Quisqueya. Las personas que venimos de familias inmigrantes conocemos muy bien lo que es este proceso de separación y atadura bajo la promesa de nuestro silencio y complacencia. Seguiré caminando y creando vivencias mientras hallamos la autonomía. Que se caigan las fronteras que nos separan, que se caiga (y arda) la fuerza policiaca que nos deshumaniza y sobre todo el sistema que les obsequia con fondos para exprimirnos hasta la muerte. 

No podemos conformarnos ante un sistema que nos da latigazos y activa nuestro miedo constante. La administración en poder ha mantenido su auge de violencia que las familias inmigrantes están obligadas a quedarse en sus casas sin comida con tal de no recibir reproches del Estado criminal. Ilegalizar la vida humana es lo más bajo y cruel que puede ratificar el gobierno como parte de las normas de la sociedad puertorriqueña. La rabia de todas las comunidades ya está llegando a su grado máximo. Cuidado con las llamas que arderán todo lo que nos quebranta diariamente; este enfurecimiento, para no decir otras palabras, se está organizando.