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La melodía errante, camino al cimarronaje

  • Writer: afrodescendenciaup
    afrodescendenciaup
  • Oct 23
  • 3 min read

Reseña de Heineken Ventana al Jazz Ventana al Mar Condado - domingo 28 de septiembre


Promoción de Heineken Ventana al Jazz
Promoción de Heineken Ventana al Jazz

El pasado 28 de septiembre, se dio el evento especial Ventana al Jazz donde se fusionaron ritmos tradicionales de bomba puertorriqueña y el ka guadalupense. El jazz como punto de encuentro entre diferentes géneros de música negra ha sido constante desde sus comienzos. Siempre ha existido como una tradición profundamente espiritual y cimarrona, aunque se haya tratado de contar una historia que lo reduce a música de fiestas lujosas. La música es el instrumento que anuncia nuestra liberación. William Cepeda, el músico loiceño que dirigió a Héctor “Coco” Barez junto a Laberinto de Coco y Sonny Troupé Ka Sextet, ha trabajado las fusiones de jazz con la música puertorriqueña, en particular la bomba, a lo largo de su carrera musical. 


Es necesario resaltar ese espacio didáctico que proveen los géneros de música afro por medio de la dinámica de llamada-respuesta. Cepeda utilizó esta práctica en el concierto para suscitar una reacción del público que lograra superar la relación de espectáculo y observador e intentara llegar al corazón de la música negra: la conexión con la ancestralidad por medio del sonido. Esta conexión es también la que permite la transmisión de los saberes propios de nuestros pueblos de generación en generación. Los imperios siempre han entendido lo fundamental de borrar el pasado de los pueblos colonizados para poder imponernos sus ideas sobre quiénes somos, de modo que puedan determinar también nuestro destino. Es por esto que la memoria ancestral es crucial para la resistencia y la construcción de mundos libres del yugo imperial. 


Rara vez tengo la oportunidad de enfocarme sólo en el bajo retumbándome en el pecho ni de experimentar una conexión más profunda con todas aquellas personas que me preceden. El ajoro de la cotidianidad captura el tiempo para poner los pies descalzos sobre la tierra y sentir cómo el ritmo te corre por el cuerpo. La energía que fluía aquella noche despertaba en mí el ritmo de la vida que este sistema me obliga a ignorar. Mientras todo esto me cruzaba la cuerpo, podía ver a lxs músicxs tocando diferentes instrumentos y ritmos, pero las sonrisas y las miradas que se cruzaban me hacían entender que, de alguna manera, estaban conectando por medio de la música. Muchas de las personas que estaban cercanas a mí se pararon a bailar ritmos tanto conocidos como desconocidos. Bailamos sin intentar racionalizar por qué lo hacíamos. De este modo, agradezco a la música por sumergirme en el sentimiento, olvidando por sólo un instante que tengo trabajo por hacer. Esto es otro fundamento de nuestra música; de ella nacen pasos y sonrisas, a pesar de que nuestra historia y nuestro presente están hechos trizas. Quizás la alegría que trae la melodía es errática. Quizás esa errancia sea el camino al cimarronaje. 


En un momento donde el imperio fortalece cada vez más las fronteras que ha creado para mantener su control sobre nuestras tierras, el ejercicio de buscar aquello que nos conecta resulta imperativo para la supervivencia de nuestros pueblos. El colonizador ha impuesto sus ideas sobre lo que presuntamente nos define y nos separa, buscando que tomemos al resto de los territorios afrocaribeños como un Otro y al colonizador como a quienes verdaderamente nos asemejamos. Esto forma parte de las pugnas por el poder entre los imperios, pero también es el método por excelencia de evitar la solidaridad pancaribeña, aterrados de la posible continuidad o secuela de la Revolución Haitiana. Los imperios han creado barreras lingüísticas y estructuras del Estado que atentan contra los esfuerzos por la solidaridad entre nuestros pueblos. Algunxs dicen que la búsqueda de esta conexión tras tantos años de separación forzada es una locura, que ya estamos muy divididxs y no hay vuelta atrás. Pero cuando tocaron los ritmos tan parecidos de bomba y ka, pensé que lo absurdo es comernos el cuento de que somos demasiado diferentes. Y si fuera una locura la solidaridad, creo que nos vendría bien vivir delirando. Nos han violentado por resistir hasta llegar al punto de no poder imaginar juntxs. Así que tocamos música, buscando en nuestros ritmos errantes el camino hacia la libertad. 



 
 
 

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