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Es más fácil ser la víctima

  • genesislopez17
  • Feb 13
  • 2 min read

de mí misma que de ti, en el juego

del estatus 

siempre hay al menos una 

colonizada hambrienta de dignidad 

política. Bendito, ¡pero si yo


Soy la perfecta condená que nunca ha sabido qué cosa es, confundida por un mundo que me cambia los colores y la vida, que me muestra un espejo diferente, más claro o más oscuro, según la coordenada, para que en un sitio sea una cosa y en otro, otra. ¿No es esa la esencia de la duplicidad? ¿De la traición? ¿Soy acaso una mentira vivida o viceversa?¿Una espía sin batey?  


ni sé lo que eso! Lo que se daba 

se acabó antes que yo 

naciera, cuando la tierra 

no sabía de partidos, ni de trans-

nacionalismos, ignorante 

de que el “common-wealth” sería 

de todos, menos común.

Pero, entonces, ¿a quién traiciono? Tengo que saber porque esto cambia 

todos los días. En el Centro Médico de Río Piedras fui roja alguna vez. En Lloréns, la nena trigueñita de Lucy, la que tuvo con el negro aquel que tocaba el saxofón y que, creyéndose cosa, se la llevó a querer 

cagar más arriba del culo, cuando la única 

cosa que él sí era: otro hombre abusador. 


Por eso huimos a Nueva York y allí black was beautiful, pero yo no era lo suficiente-mente negra para ser linda, mi nueva raza siendo “spik”, un cabrón color que no hubo quién encontrara entre mis crayolas.

 

Así que regresamos porque no se puede ser extrañonjero toda la vida. Regresamos 

a buscar los cerros: Amargura, Aguacate, Encerrona o Maravilla, donde dizque 

los santeros todavía bebían recuerdos rezando a los Orishas, pero eso sería 



cuando la luz no se iba 

hasta que la noche caía, aunque 

ya había quien huía 

cuando no podía más. 


En Atlanta fui Mexicana. 

En Miami no era cubana. 

En Philly, la tetoncita del pelito malo. 

En San Francisco, irremediablemente hetero. 

En Lima, una negrita putita caribeña. 

En España, Latina chola indocumentada. 

En Los Ángeles, era “brown” sencillamente, mi color 


el de la mierda revuelta por la patrulla fronteriza. En Dominicana fui una negra deficiente, de negrura inevidente, bembas grandes, sí, pero culo flaco y, al final, pigmentación insuficiente. En Gainesville volví a ser negra, pero mi estatus—que tuviera pasaporte, realmente—asustó tanto a los nativos (¿Puertorriqueña?) que, atacados (¡Nosotros no colonizamos a nadie!) y traicionados, decidieron que sí, que era verdad que yo necesitaba dos apellidos o más, que me pusieron ellos por no perder la costumbre de nombrar: miss negra puertorriqueña malagradecida y presentá. 


En la Habana me dijeron “grifa,”

En Colombia, una vez fui “jabá”. 

En París puse de manifiesto mi pobreza tan vulgar, 


tan inapropiada, que me llamaron “Caribbean black tourist trash”. Mira, whatever. Ya estoy cansá, exhausta, descojoná como pollito que quiere volver a casa y busca y busca a su mamá


sin saber lo que es más, ni 

lo que es menos, pues no le creo 

a Julia cuando dice que Puerto Rico depende de mi vida. ¿Cuál vida? ¿Cuál de ellas, quiero decir? Si yo sigo siendo 

víctima de algo que no veo, sin saber qué es más fácil: si dormir

en un bohío cada día más vacío 

de esperanza e ilusión, o que mi puerta 

sea la ventana 

de la casa de nuestro enemigo


Ilustración por Génesis López Cruz
Ilustración por Génesis López Cruz

 
 
 

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